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El Sacrificio de Cristo

El Sacrificio de Cristo

Cristo ofreció de una vez y para siempre el único sacrificio perfecto por los pecados de todo el mundo. Ninguna otra satisfacción por el pecado es necesaria; ninguna otra puede redimir.

El Sacrificio de Cristo
Cristo ofreció de una vez y para siempre el único sacrificio perfecto por los pecados de todo el mundo. Ninguna otra satisfacción por el pecado es necesaria; ninguna otra puede redimir.

La Nueva Vida en Cristo
Una nueva vida y una correcta relación con Dios son hechas posibles por medio de los actos redentores de Dios en Cristo Jesús. Dios, por su Espíritu, actúa para impartir nueva vida y llevar a las personas a una relación con él, al arrepentirse y responder por fe a su gracia. La justificación, regeneración y adopción, santificación y restauración hablan significativamente de nuestra entrada y continuidad en la nueva vida.

La Justificación
La justificación es un término legal que pone énfasis en que por medio de una nueva relación en Jesucristo, las personas son de hecho contadas como justas, siendo liberadas de la culpa y del castigo por el pecado.

La Regeneración
La regeneración es un término biológico que ilustra que por una nueva relación en Cristo, uno tiene derecho, de hecho, a una vida nueva y una naturaleza espiritual nueva capaz de tener fe, amor y obediencia a Cristo como Señor. El creyente es nacido de nuevo y es una nueva creación. La vida anterior ya pasó; ha comenzado una nueva vida.

La Adopción
La adopción es un término filial lleno de calor, amor y aceptación. Realza que por una nueva relación en Cristo el creyente ha llegado a ser su hijo amado, librado del dominio del pecado y de Satanás. El creyente tiene el testimonio del Espíritu de que es un hijo de Dios.

La Santificación
La santificación es aquella obra de salvación de Dios que empieza con una nueva vida en Cristo por la cual el Espíritu Santo renueva a su pueblo a la imagen de Dios, transformándoles por medio de momentos decisivos dentro de un proceso extendido, de un estado de gloria a otro, y conformándoles a la imagen de Cristo.
Al rendirse a Dios en fe, y al morir a si-mismo a través de la entera consagración, el Espíritu Santo llena a los creyentes de amor, y los purifica del pecado. Esta relación santificadora con Dios sana la mente dividida, redirige el corazón hacia Dios, y capacita a los creyentes para agradar y servir a Dios en sus vidas cotidianas. De esta forma, Dios libera a su pueblo para amarle con todo su corazón, alma, mente y fuerza, y para amar a su prójimo como a sí mismo.

La Restauración
El cristiano puede mantenerse en una creciente relación con Jesús como Salvador y Señor. Sin embargo, él puede entristecer al Espíritu Santo en las relaciones de la vida sin volver al dominio del pecado. Cuando esto sucede, debe aceptar humildemente la corrección del Espíritu Santo, confiar en la intercesión de Jesús y sanar dichas relaciones.
El cristiano puede pecar conscientemente y cortar su relación con Cristo. Aún así, por el arrepentimiento ante Dios, se garantiza el perdón y restauración de la comunión con Cristo, pues no todo pecado es el pecado contra el Espíritu Santo, o sea el pecado imperdonable. La gracia de Dios es suficiente para aquellos que verdaderamente se arrepientan, y, con su ayuda, corrigen sus vidas. Sin embargo, el perdón no le da al creyente libertad de pecar sin sufrir las consecuencias.
Dios ha dado responsabilidad y poder a la iglesia para restituir a un creyente arrepentido por medio de la reprensión amorosa, consejo y aceptación.

 

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